viernes, 22 de mayo de 2009

El tesoro de Kuna Yala

En la década de los veinte (1920), pululaban, por Kuna Yala, investigadores, espías, aventureros y misioneros. La política de integración y la “civilización”, de parte de Estado panameño y sus gendarmes, seguían en curso con la opresión, abusos, violencia, aculturación contra los kuna. Tenían puestas sus miradas en la riqueza de un territorio con alto valor ecológico, cultural, espiritual y humano.
Uno de esos aventureros, de mala recordación, hábil y vividor entró en el momento oportuno y preciso: Richard Marsh.

Como representante de la empresa llantera Good Year y de automóviles en los Estados Unidos, se dio cuenta de la riqueza de Kuna Yala: su caucho. Promovió la independencia, para apoderarse del árbol, pero no de su Revolución decidida del kuna por su cultura e identidad.

Siempre hemos estamos bajo la mira de empresas multinacionales y proyectos nacionales. Les gusta su posición geográfica, sus playas, sus árboles madereros, su biodiversidad, su subsuelo.

Nuestros abuelos y abuelas, lucharon y conseguimos la Comarca con sangre y no podemos dejar que nos quiten. ¡Cuidemos y trabajemos por fortalecer la casa, lugar de ancla de nuestra identidad!

Reconstruyendo el rostro de la Madre-Padre

Hay un hilo de la historia kuna, que de pequeño siempre me llamó la atención. Me sorprendía y en fuego interno intenté descifrar el silencio de la historia y la palabra certera. Frente a mí la historia danzaba y emitía muchas advocaciones. La palabra-palabra no aclaró de veraz mi inquietud, hasta que la vida me hizo sentir lo insondable que era esa parte vivida del pueblo kuna. Mi papá, no se cansó de contarme, de pequeño, esta historia tierna, guerrera y sensitiva. Pero esta historia cargada de arrojo y disposición me lanzaba desde y un para dinámica. Nunca me aclaró pero si me dio pistas para su interpretación. Me decía varias veces: “cuidado que un día aparezcan muchas sapas y pienses que es tu Madre”. ¿Pero quién es esa madre? preguntaba con intensos interpelación y vacilaciones.

Un día me sentó y me dijo. “Voy a contarles una historia. Pero es como quien arma los huesos del tapir o venado para saber cómo eran esos animales. Ahora no entiendes: “dice la historia kuna que Ibelele, un dirigente, vino con siete hermanos. Nacieron y crecieron huérfanos. El canto de un ave le presagió que su Madre había sido festín de hombres sapos y sapas y sus tripas tiradas al río y finalmente tragada por un gran pez. Ya grandes se dieron cuenta que la mujer que las cuidaba no era su Madre. El ave de buen augurio le dijo: la mujer que dice ser tu Madre no es tu progenitora, es una sapa. Desde el padecimiento y la esperanza los hermanos intentaron recuperar las tripas y el corazón de la Madre en el intestino del pescado. Al final lo lograron, secando el río y capturaron al pez con las tripas de la Madre. Para reconstruir el cuerpo de la Madre lo llevaron al recinto sagrado Lo armaban de nuevo entre sollozos, cacao, danzas, cantos hieráticos y solemnes una y otra vez. Querían ver el rostro de su Madre. Pero una voz, asesina desde las sombras, maldecía a la Madre y se deshacía su carne y los huesos. El cuerpo yaciente de la Madre quedaba en nada”.

Puede parecer contradictorio, si pensamos que el sentido de la historia, constitutivamente, basada en identidad, puede esclarecer y reconstituir de la misma manera que se rehace el esqueleto de un animal. ¡Pero no es así! La función de conocer sentiente es simplemente descubrir, reconstruir, armar y buscar su sentido en el presente mirando hacía atrás para relanzase hacia el futuro.

Nos toca a todos y todas dar existencia a nuestra Madre y dar la vida por ella. Que siempre viva rejuvenecida y hermosa. Y que nunca la voz asesina apague la luz y disipe nuestra pasión a esta tierra de esperanza. Desde la Universidad, cine, catedras, Face Book, Hotmail, en el campo, la ciudad, cine debates sean para fortalecer el misterio telúrico y la identidad de nuestro pueblo.